jueves, 20 de septiembre de 2012

LOS TRES FILTROS


Los Tres Filtros
Un joven discípulo entró ansioso y afanado entró a la casa de su Maestro. Sin saludar, fijó su mirada en él, quien reposaba tranquilamente en la sala, y le dijo:
- Maestro, un amigo muy querido por Ud, estuvo hablando muy mal de Ud esta mañana.
- Espera, espera – respondió el Maestro – ¿ya le hiciste pasar la prueba de los tres filtros a lo que me vas a contar?
- ¿Los tres filtros? – Preguntó sorprendido el discípulo -.
- Sí, el primer filtro es LA VERDAD: ¿Es absolutamente cierto lo que oíste? – Inquirió de nuevo-.
- Bueno… me lo contaron los vecinos… supongo que… – dijo dudando -.
El Maestro interrumpió:
- Al menos lo habrás hecho pasar por el segundo filtro que es LA BONDAD: Es bueno para alguien esto que vas a contarme, o tal vez, sin darte cuenta, ¿te estarás volviendo mensajero de malas intenciones?...
- No… – respondió el joven – no creo que esto que te voy a decir sea bueno para nadie.
- Muy bien, – dijo, – entonces, nos queda el último filtro: ¿Es ÚTIL lo que me vas a contar?
- Tal vez no… Maestro! – respondió tranquilo el joven -.
- Entonces, si no es verdadero, ni bueno, ni útil, mejor es que no lo discutamos – concluyó el Sabio Maestro -. Y entró de nuevo en Meditación…

EL ESPEJO DE LA VIDA.


Un Asombroso Velorio

Un día, cuando los empleados llegaron a trabajar, encontraron en la recepción un enorme letrero en el que estaba escrito:
“Ayer falleció la persona que impedía el crecimiento de Usted en esta empresa. Está invitado al velatorio, en el área de deportes”.
Al comienzo, todos se entristecieron por la muerte de uno de sus compañeros, pero después comenzaron a sentir curiosidad por saber quién era el que estaba impidiendo el crecimiento de todos sus compañeros y de la empresa.
La agitación en el área deportiva era tan grande que fue necesario llamar a los de seguridad para organizar la fila en el velatorio. Conforme las personas iban acercándose al ataúd, la excitación aumentaba:
¿Quién sería ese que estaba impidiendo mi progreso? ¡Qué bueno que ese infeliz ya se murió!
Uno a uno, los empleados agitados se aproximaban al ataúd, miraban al difunto y tragaban seco. Se quedaban unos minutos en el más absoluto silencio, como si les hubieran tocado lo más profundo del alma…
Pues bien, en el fondo del ataúd solamente había un espejo… Cada uno se veía a sí mismo, con el siguiente letrero:
“Sólo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento: ¡TÚ MISMO”!
Tú eres la única persona que puede hacer verdaderos cambios en tu vida.
Tú eres la única persona que puede perjudicar tu vida,
y tú eres la única persona que se puede ayudar a sí misma.

TU VIDA NO CAMBIA CUANDO CAMBIA TU JEFE o CUANDO TUS AMIGOS CAMBIAN,
TAMPOCO CUANDO TUS PADRES CAMBIAN o CUANDO TU PAREJA CAMBIA.
TU VIDA CAMBIA, CUANDO TÚ CAMBIAS… ERES EL ÚNICO RESPONSABLE DE ELLA.
“EXAMÍNATE Y NO TE DEJES VENCER”
“El mundo es como un espejo, que devuelve a cada persona, el reflejo de sus propios pensamientos. La manera como tu encaras la vida es lo que hace la diferencia”.
MIS AMIGOS Y AMIGAS: ESTA HISTORIA ES TITULADA EL ESPEJO DE LA VIDA.

PAPÁ OLVÍDALO...


PAPÁ OLVÍDALO!

Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor. Te regañé porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grité porque no parabas de jugar con los cubiertos, y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar, y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso, te levanté por los cabellos y te empujé violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato… Camino a la escuela, no hablaste. Sentado en el asiento del carro, llevabas la mirada perdida. Te despediste de mí tímidamente, y yo sólo te advertí que no te portaras mal en el colegio.
Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el patio. Llevabas puestos unos pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos, te dije en voz alta que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no te importaba mucho el sacrificio de tus padres para comprarte la ropa. Te mandé para la casa para que te cambiaras, y mientras marchabas delante de mí, te indiqué que caminaras erguido…  Más tarde, continuaste haciendo ruido, y corriendo por toda la casa… A la hora de cenar, arrojé la servilleta sobre la mesa, y me puse de pie furioso, porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa, grité que no soportaba más ese escándalo, y subí a mi cuarto. Al poco rato, mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura, y tuve el deseo de bajar para hacerte cariño, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido? Luego escuché unos golpecitos en la puerta. "Adelante", dije, adivinando que eras tú. Abriste muy despacio, y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir?, ¿vienes a despedirte? No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y, sin que me lo esperara, aceleraste tu andar, y corriste para echarte en mis brazos cariñosamente. Te abracé, y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus bracitos rodearon fuertemente mi cuello, y me diste un beso suavemente en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba. "Hasta mañana, papito" me dijiste…  Ay mi Dios… ¿Qué es lo que estaba haciendo?, ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte  como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí, y ciertamente no eras igual. Tú tienes unas cualidades que Yo no tengo: eres legítimo, puro, bueno y sincero,  y, sobre todo, sabes demostrar amor. Dios mío: ¿Por qué me costaba tanto trabajo?, ¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba pasando? ¡Yo también fui niño! ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?... Después de un rato entré a tu cuarto, y encendí la luz con cuidado. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé. Me incliné para rozar tu mejilla con mis labios, respiré tu aroma limpio y dulce. No pude contener el llanto, y cerré los ojos… Una de mis lágrimas cayó en tu piel sin que lo notaras. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Te cubrí cuidadosamente con las cobijas, y salí de la habitación.
Querido hijo: al pasar de los años y cuando tu tengas también tus hijos, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores...,     ¡Te amo más que a mi vida!

miércoles, 12 de septiembre de 2012

PAPÁ ARRÓPAME!...

AMIGOS NOS VAMOS CON OTRA REFLEXIÓN PRESTE ATENCIÓN QUE ESTA HISTORIA ES EN CARNE PROPIA Y CON LA PERSONA QUE MÁS AMO EN ESTE MUNDO: SE TITULA: PAPÁ ARRÓPAME!...
CIERTO DÍA ME ENCONTRABA HACIENDO MI TRABAJO EN CASA,  Y A ESO DE LAS NUEVE DE LA NOCHE ESTANDO AL FRENTE DE UNA COMPUTADORA LA CUAL ESTABA PROGRAMANDO, TODAVÍA ME FALTABA MUCHO POR HACER Y QUIZAS ME IBA A TENER QUE ACOSTAR UN POCO TARDE ESA NOCHE, ASÍ QUE TRATABA DE AVANZAR LO MÁS QUE PODÍA CON MUCHA PRISA, DE PRONTO ESCUCHÉ EL LLAMADO DE MI HIJITA DE CINCO AÑOS DESDE SU CUARTO…  PAPÁ, VEN ACÁ!...  
ALGO INCÓMODO,  POR TENER QUE DEJAR LO QUE ESTABA HACIENDO, ME DIRIGÍ AL CUARTO DE MI HIJA.  DIME HIJA QUE QUIERES…
PAPÁ POR FAVOR ARRÓPAME CON MI COBIJA!...
ALGO MOLESTO EXCLAMÉ: HIJA TU SABES QUE ESTOY OCUPADO TERMINANDO UN TRABAJO EN LA COMPUTADORA Y TU ME LLAMAS PARA ESO… ADEMÁS, TU MAMÁ ACABA DE SALIR DE TU CUARTO. POR QUÉ NO LE DIJISTE A ELLA QUE TE ARROPARA?
PAPÁ: LO QUE PASA ES QUE A MI ME GUSTA QUE LO HAGAS TU, PORQUE CADA VEZ QUE TU ME ARROPAS, ME ECHAS LA BENDICIÓN Y ME DAS UN BESO…
AMIGOS LO ÚNICO QUE PUEDO DECIRLES ES QUE ESAS PALABRAS DE MI HIJA JENNIFER QUEDARON GRABADAS PARA SIEMPRE EN MI MENTE Y EN MI CORAZÓN…
DIOS TE BENDIGA HIJA, RECIBE UN BESO GRANDOTE…

sábado, 8 de septiembre de 2012

AHORA LO ENTIENDO ! . . .

Siendo niño pertenecí al Movimiento Scout de Venezuela. Ahí nos enseñaban, entre otras cosas, la importancia de las "Buenas Acciones" que consistía en realizar todos los días actos generosos y nobles, como recoger algún papel en la calle y botarlo en la papelera, ayudar en la casa a lavar platos, cuidar la fauna y la flora, ayudar a alguna persona anciana o impedida a cruzar la calle, etc. Me gustaba mucho cumplir esas tareas.
Un día caminaba por una calle de la ciudad de Coro y vi a un perro tirado en plena vía sin poder moverse. Estaba herido, un carro lo había atropellado y tenía rotas las dos patas traseras, los vehículos le pasaban muy de cerca y mi temor era que lo mataran porque era imposible que él solo pudiera levantarse.
Vi allí una gran oportunidad para hacer la "Buena Acción" del día y como buen Scout detuve el tráfico, me dispuse a rescatar al perro herido y ponerlo a salvo para entablillarle las patas. Yo nunca había entablillado a nadie pero el "Manual de los Scout" decía cómo hacerlo. Con mucho amor y entrega me acerqué y lo agarré, pero me clavó los dientes en la mano. Inmediatamente me llevaron a la Sanidad y me inyectaron contra la rabia, aunque la rabia por la mordida no se me quitó con la vacuna.
Durante mucho tiempo no entendí por qué el perro me había mordido si yo sólo quería salvarlo y no hacerle daño, no sé qué le pasó y no me lo pude explicar en mucho tiempo. Yo quería ser su amigo, es más, pensaba curarlo, bañarlo, dejarlo para mí y cuidarlo mucho. Esta fue la primera decepción que sufrí por intentar hacer el bien, y por más que trataba de hacerlo no lo comprendí jamás. Que alguien le haga daño al que lo maltrata es hasta comprensible, pero que trate mal a quien lo quiera ayudar, simplemente no es aceptable.
Pasaron muchos años hasta que vi claro que no fue el perro quien me mordió, quien verdaderamente me mordió fue su herida; ahora si lo entiendo perfectamente.
Cuando alguien está mal, o no tiene paz, o tiene el alma herida, si recibe amor o buen trato: ¡Muerde! Pero él no es quien hunde sus dientes, es su herida la que los clava.
Así que trata siempre de comprender el malestar de las personas que te rodean… Cuando alguien te grita, te ofende, te critica o te hace daño no lo hace porque quiere mal para ti, sino porque está herido, está herido del alma, se siente mal o algo malo está pasando por su vida. No te defiendas ni lo critiques, más bien compréndelo, acéptalo y ayúdalo.
Ahora lo entiendo y espero que ustedes también…

jueves, 6 de septiembre de 2012

La media Cobija

Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa. Durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia.
Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo él dedicó su vida y su escasa fortuna.
A los setenta años Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que este apareciera y decidió por primera vez en su vida pedirle un favor a su hijo.

Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia.
-¡Hola papá! ¡Qué milagro que vienes por aquí!
-Ya sabes que no me gusta molestarte hijo, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo.
-Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
-Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Pero si es así,
-Entonces ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡Me siento tan solo!
-¿Quedarte a vivir aquí?, sí… claro… pero no sé si estarías a gusto, tu sabes, la casa es muy pequeña, tu sabes que mi esposa es muy delicada… y además los niños… Tu sabes…
-Mira hijo, si te causo muchas molestias mejor olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.
-No padre no es eso, solo que, no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían, a menos que no te moleste dormir en el patio.
-Dormir en el patio! está bien, yo no tendría ningún problema hijo.
-El hijo de Don Roque llamó a su hijo Luis de doce años.
-Dime papá.
Mira hijo, tu abuelo desde hoy se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se arrope por la noche.
-Sí papá con mucho gusto. Pero, ¿Y dónde va a dormir?
-En el patio, hijo. Él no quiere que nos incomodemos por su culpa.
Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llegó su padre.
-¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo?
-Sabes papá, yo estaba pensando…
-¿Pensando en qué?...  El joven le respondió sin titubeo:
Papá… -En guardar la mitad de la cobija, para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa…

domingo, 2 de septiembre de 2012

LA LIBRETA DE TU VIDA

Un día un hombre llegó a un bello lugar pero también misterioso que le llamó mucho la atención. El hombre entró a aquella colina y caminó lentamente entre los árboles y unas piedras blancas. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.
Sobre una de las piedras, descubrió aquella inscripción: “Aquí yace Abdul Tareg, vivió cinco años, seis meses, dos semanas y tres días”.
El hombre se sobrecogió un poco al darse cuenta que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Se sintió triste al pensar que un niño de tan corta edad estuviera enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción. Se acercó a leerla; y ésta decía: “Aquí yace Yamin Kalib”, vivió tres años, ocho meses y tres semanas.
El hombre se sintió terriblemente abatido. Ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una leyó las lápidas; todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que más le llenó de espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los seis años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio, que pasaba por allí, se acercó. Y el hombre le preguntó de inmediato: "¿Señor, Qué pasa con este pueblo? ¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar?”.
El anciano respondió: "Tranquilícese por favor. Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre. Yo Le voy a contar: Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta. Y es una tradición entre nosotros que a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y comience a anotar en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado en los pequeños y grandes detalles... a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo interior, la felicidad, a pesar de las adversidades. Las tumbas que usted ve aquí, no son de niños, sino de adultos; y el tiempo de vida que dice la inscripción de la lápida, se refiere a la suma de los momentos que duró la verdadera felicidad de cada una de las personas que descansan en este lugar”.
“Así pues… –prosiguió el anciano y dándole una palmada en la espalda a su interlocutor-, cuando alguien muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque es, amigo caminante, el único y verdadero tiempo vivido”.
Con todo y sus detalles, en los buenos y amargos momentos, el tiempo que vivimos llenos de gozo por sabernos amados por Dios, por descansar nuestra alma en la esperanza que nos ofrece, es el tiempo que dura nuestra felicidad, y es el tiempo que dura la verdadera plenitud de nuestra vida.
Así que mi querido oyente: Tu vida es como esa libreta en tus manos, ¡comienza desde hoy a llenarla con lo mejor de ti y nunca dejes de hacerlo, porque,  eso es lo que verdaderamente se llama vida!...

LA CARRETA VACÍA

La carreta vacía
«Caminaba despacio con mi padre, cuando él se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó: “Hijo: Además del canto de los pájaros, ¿escuchas algo más?”. Agucé el oído y le respondí: “Si papá, Oigo el ruido de una carreta”. “Eso es —dijo mi padre—, una carreta, pero una carreta vacía”. Pregunté a mi padre: “¿Y Cómo sabes que está vacía, si aún no la hemos visto?”. »Entonces mi padre respondió: “Aprende hijo mío: Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido. Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace”.
»Me convertí en adulto, y ahora, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación, siendo inoportuna o arrogante, presumiendo de lo que tiene o de lo que es, mostrándose prepotente o menospreciando a los demás, tengo la impresión de oír de nuevo la voz de mi padre diciendo: "Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace". La humildad hace callar a nuestras virtudes pero permite a los demás que puedan descubrirlas…  Mis amigos… nadie está más vacío que quien está lleno de sí mismo.»
Muy interesante el mensaje que nos deja de este viejo relato. Cuando imaginamos el paso de una carreta llena de carga, esforzada, silenciosa, y hasta un poco hundida por el peso que lleva, esa imagen nos transmite una sensación de plenitud y de silencio. Y algo parecido sucede con las personas. Hay vidas que están llenas de sabiduría, de esfuerzo y de sentido. Suelen ser vidas activas y luchadoras, pero hacen muy poco ruido. Son vidas que no cuadran con los grandes alardes vacíos de actividad, ni con los excesos de protagonismo personal, ni con el individualismo que por lo general, suele delatar ocultas faltas de rectitud y de vocación de servicio… El que sabe, suele hablar poco; el que habla mucho, suele saber poco. El que profundiza en las cosas, suele hablar con prudencia y con mesura. Los que hablan a la ligera y hacen juicios precipitados sobre las personas o los asuntos, suelen hablar demasiado. Son personas que con su alma vacía hacen chirriar el ambiente en todo su entorno, así como las carretas vacías. Y chirrían sobre todo porque les falta el aplomo de la verdad. Porque la verdad es muy contraria a su constante búsqueda de la satisfacción personal…

TU PROPIA BALANZA

DICE ASÍ: Había un granjero que diariamente le vendía una libra de mantequilla al panadero. Un día, el panadero decidió pesar la mantequilla para ver si estaba recibiendo la cantidad exacta por lo que pagaba y descubrió que no era así….
Esto lo hizo enfurecer y denunció al granjero frente a la corte. El juez le preguntó al granjero si utilizaba alguna medida, a lo que respondió, “Su Señoría, soy primitivo, no tengo una medida, pero sí una balanza.” Y el juez volvió a preguntar, “¿Entonces cómo pesa la mantequilla que usted vende?”. Y el granjero dijo, “Su señoría, mucho antes de que el panadero me comprara mantequilla yo a él siempre le compraba una libra de pan. Y todos los días, cuando él me trae el pan, lo pongo en un lado de la balanza y le sirvo la misma cantidad de mantequilla conforme a lo que pesa el pan que me trae. Así que le pido que se sirva preguntarle al panadero CUAL ES LA MEDIDA QUE ÉL UTILIZA.”
¿Cuál es la moraleja de la historia, mis amigos? Recibimos de la vida lo que nosotros le damos a los demás... Cuando realices una acción, hazte esta pregunta: ¿Estoy dando lo justo por el dinero que quiero ganar? Gentiles amigos: La honestidad o la deshonestidad se vuelven hábitos. Hay personas que practican la deshonestidad y pueden mentir con su cara bien lavada, como dicen. Otros mienten tanto, que llega un momento donde ya no saben ni cuál es la verdad. ¿Pero a quién engañan?...  Solamente logran engañarse a sí mismos.

LA OPINIÓN AJENA

MIS AMIGOS: Un día una familia de campesinos, Padre, Madre y un hijo pequeño, decidieron recorrer el mundo,  junto con su burro. Y al principio decidieron que fuera el niño quién viajara sobre el burro…
Al pasar por el primer pueblo la gente comentaba:
- Miren ese niño maleducado y consentido, él va muy cómodo arriba del burro y los pobres padres, quienes seguramente van cansados,  tienen que llevarlo de las riendas…
Entonces la mujer dijo a su esposo:
- No vamos a permitir que la gente hable mal del niño.
Así que El esposo lo bajó y se subió él.
Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuraba:
- Miren al sinvergüenza ese, deja que la pobre criatura y su madre vayan tirando del burro, mientras él va muy cómodo encima…
Caramba… Entonces tomaron la decisión de subir a la mujer al burro, mientras padre e hijo caminaban y tiraban de las riendas.
Al pasar por el tercer pueblo, la gente comentaba:
- Pobre hombre, después de trabajar todo el día, todavía tiene que llevar a la fresca de su mujer sobre el burro… Y pobre hijo, lo que le espera con una madre así tan haragana y sinvergüenza…
Así que se pusieron de acuerdo y decidieron subirse al burro los tres, para continuar su peregrinaje.
Al llegar al pueblo siguiente, escucharon a los pobladores decir:
- ¡¡ Si serán bestias, son más bestias que el pobre burro que los lleva!! Ni siquiera tienen compasión y Van a deslomar al pobre animal…
Decidieron, entonces, bajarse los tres y caminar junto al burro, para evitar así las críticas…
Al pasar por el pueblo siguiente, no podían creer lo que oían:
- Miren a esos tres idiotas… Van caminando, teniendo un burro que va muy cómodo sin ninguna carga… Qué barbaridad, parece que no tuvieran cerebro!...

EL AMOR VERDADERO


La historia del Amor verdadero
Un sabio maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que se declaraban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando el amor se apaga, en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.  El maestro los escuchó con atención y después les relató un testimonio personal:   - Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, condujo hasta el hospital mientras su corazón se despedazaba en profunda agonía. Cuando llegó, por desgracia, ella ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano teólogo que dijera alguna reflexión sobre la muerte y la eternidad. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió "llévenme al cementerio".  "Papá" respondimos "¡Son las 11 de la noche! No podemos ir al cementerio ahora!" Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: "No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa durante 55 años". Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador y, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos: "Fueron 55 buenos años...¿saben?, Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así". Hizo una pausa y se limpió la cara. "Ella y yo estuvimos juntos en todo. Alegrías y penas. Cuando nacieron ustedes, cuando me echaron de mi trabajo, cuando ustedes enfermaban", continuó "Siempre estuvimos juntos. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de muchos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos y perdonamos nuestras faltas... hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera..."
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:
- "Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día". Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo y no tiene que ver con el erotismo. Más bien es una comunión de corazones que es posible porque somos imagen de Dios. Es una alianza que va mucho más allá de los sentidos y es capaz de sufrir y negarse cualquier cosa por el otro."
Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor les superaba en grande. Pero, aunque no tuviesen la valentía de aceptarlo de inmediato, podían presentir que estaban ante el amor verdadero. El maestro les había dado la lección más importante de sus vidas.
Espero que esta historia nos haga reflexionar sobre lo que es el verdadero amor y apreciemos más los momentos vividos con las personas que amamos.